Pensando en una película que filmaré pronto allá en Chile, miré el blanco silencio de la nieve que impera allí afuera en la calle - en las calles de la ville de Vaudreuil-Dorion - y me vino a la memoria que el Québec ocupa el tercer rango entre los países con más altas cuotas de suicidios [16,3% por cada 100.000 habitantes]. De todas las edades, de ambos sexos y por los más variados motivos o causas, los suicidas terminan siendo derrotados por profundas depresiones. Las personas de la tercera edad ocupan un lugar significativo en esas estadísticas…
Quienes hemos llegado a Canadá desde países en donde la nieve, cuando la hay, está allá lejos en la montaña, tuvimos un día la alegre experiencia aquí en el Québec de salir al patio o a la calle a recibir la primera nevada de nuestra vida.
Hoy, después de 22 años, o mejor dicho, hoy, luego de 22 inviernos bajo la nieve, ¡qué cree usted!, ¿nos quedarán ganas de salir a tirarnos bolitas de nieve a la calle, o de recostarnos en ella, o más bien, revolcarnos sobre ella como los perros quitándose las pulgas?
Porque le voy a decir un par de cosas: al que crea que la nieve cae siempre grácil, liviana como una pluma; a quien crea que la nieve se deposita románticamente sobre el hombro del abrigo del galán, o sobre la coqueta capucha bordeada de suave piel de la muchacha de ojos azules, esa persona no ha vivido la experiencia de caminar bajo “une tempête de neige”.
En todo caso, deseo advertirles: si vienen por estos lados en invierno, bajo una temperatura de 25 grados bajo cero, más el factor viento, eviten expresar su admiración abriendo la boca, se pueden quedar con ella abierta hasta llegar a la sala de urgencia de un hospital en donde intentarán destrabarle las mandíbulas. O peor todavía, pueden llegar a la sala de urgencia con una oreja o pedazo de nariz en la mano.
Y créame, le habla de esto quien gusta de la nieve…, pero como paisaje, ¿me capta? La nieve mirada desde el interior de una casa tibia y un trago en la mano, es hermosa, ¿me capta? Pero la nieve a ras de suelo, no allá en la montaña, la nieve sobre este inmenso valle que es el Québec, del mismo modo que todo el Canadá hasta llegar a las Rocosas, esa nieve, es otra cosa.
¿Se da cuenta cuán obsesivo puede resultar un paisaje tan inmenso, y sobre todo tan inmensamente liso? Liso, ¿comprende? La tierra cubierta de nieve, los lagos, los ríos cubiertos de nieve, las calles, los techos de las casas, la escalera de las casas, los bosques, todo liso como una gran hoja de papel de impresora. Debido a esa descripción tan obsesionante, aquí se agradece que los camiones quitanieves hagan desaparecer nuestras casas, construyendo pequeños montes de nieve en nuestros antejardines, creándonos la ilusión de montañas y volcanes.
Hoy mismo, mientras escribo, estimada amiga [o] – las damas primero -, la nieve cae fina y abundante. Y no se puede confiar en la meteorología, le pronostican que caerán 5 centímetros de nieve, y resultan 15. O se pone a llover, sin previo aviso, y entonces sí, la “verglas”, carreteras y calles se transforman en un gran espejo húmedo, y las salas de emergencia reciben un número apreciable de heridos más o menos leves, hasta aquellos que tuvieron peor suerte en el accidente carretero y no la vuelven a contar.
Pero además, con la lluvia la blanca y prístina nieve, en los tramos que bordea calles y carreteras se transforma en una fea costra negra, que – oh, paradoja – nos hace desear una nueva nevada que cubra el feo espectáculo de la inmundicia que en calles y carreteras ha dejado el transporte público y privado [entre otros nuestro propio vehículo].
Si usted no ha vivido todas estas experiencias, estará pensando que hoy desayuné con vinagre, que me pelié con la señora, o con la pior es ná, si viene al caso. También podrá pensar usted que quiero boicotear a la dirección de turismo que publicita mucho el invierno québécois y/o canadiense.
Pero no, cómo se le ocurre. Solamente tengo que advertirle que si viene en invierno, y piensa arrendar un auto durante su estadía, la primera vez que le toque desenterrar el auto de debajo de la nieve, puede resultarle gracioso si ese día no hay brisas, brisas digo, no viento, brisas.
Y apropósito, permítame un consejo. Si arrienda un lugar donde pernoctar, no co